I. DAVOS
Mientras aquí la pobreza ronda al 40% de la población (en
algunas provincias trepa a casi el 50%), en Davos están
sentados a la mesa. Contra el tan mentado y defendido
multilateralismo de China, Alemania y Francia, el
proteccionismo de las otras potencias. Incluida EEUU y la
UE? Biden no resultó tan distinto a Trump? Todavía está
por verse. ¡Qué problema no ser un consumado analista
político! Aunque, se sabe: tampoco son muy confiables. Muy
loables, si cabe el término en estas cuestiones, las
posturas transversales y el discurso de salir "en forma
conjunta" de esta crisis. Hace un poco de agua, sin
embargo, cuando uno de los "solidarios" es nada menos que
China. Y más agua aún, cuando todavía no sabemos a ciencia
cierta, quién o poderes nos endilgaron esta pandemia. Que
de nueva no tiene nada (está provocando la misma cantidad
de muertes que cualquier otro año, dato documentado por la
misma OMS), solo que ahora se convirtió en show de terror
mediático y excusa de los gobiernos para empobrecer y
reprimir a las sociedades. Nos empobrecimos a niveles
escandalosos y ahora necesitamos de una transversalidad
solidaria y salvadora. Pero claro: el lenguaje del poder
ayuda para este tipo de razonamientos, para dejar fuera de
juego a la sospecha, tan admirada en otras épocas, ahora
degradada y ridiculizada. Somos conspiranoicos,
terraplenistas, antivacunas, etc. Así, se van sacando
de encima a los molestos que osan dudar de tan nobles
intenciones y de una pandemia mediática. ¿Otro orden
mundial? Probablemente. ¿El proteccionismo dejará fuera de
juego a países enteros? ¿Surgirán las súper potencias cada
vez más ricas y una masa mundial indigente? ¿O nos pondrán
en el dilema de lotear economías, territorios y modos de
vida a cambio de no encaminarnos a este grupo? ¡Y después
se enojan cuando desconfiamos de esta pandemia tan
oportuna y de estos terroristas mediáticos que la
construyeron casi como una buena ficción hollywodense! Con
el agravante que tenemos que soportar al “lumpenaje”
tilingo (y sí, nos salió el pasado) que milita en las
redes sociales como si la revolución estuviera a la vuelta
de la esquina: obedecer, no reclamar por las educación
presencial (que sigue siendo un peligro), empobrecer de
manera homogénea a todo el territorio y perseguir y
demonizar al que osa protestar por, por ejemplo, los DDHH
violados en Formosa, los toques de queda, las
restricciones, el aislamiento y todo aquel que entorpezca
la Gran Causa. En Davos están sentados a la mesa: nosotros
somos el menú.
II. BUROCRACIA Y PEREZA
El Estado protector funciona cuando hay producción, hay
recursos, políticas laborales con paritarias dignas, una
justa política fiscal y sobre todo, cuando no hay
corrupción. De lo contrario, las sociedades se vuelven
parasitarias, holgazanas (la parte que vive del Estado,
claro está). Y vulnerables, como se vio en 2020 cuando la
variable de ajuste, sin que le tiemble el pulso a este
gobierno de derecha con discurso de izquierda, fueron los
trabajadores independientes, los jubilados, los pequeños
comercios, el arte, la cultura. La holgazanería por
ejemplo en la UBA, que ahora normaliza el modo "virtual",
asestándole un golpe más a la inexorable decadencia de
esta casa de estudios. De productores de conocimientos, a
burócratas que se garantizarán el sueldo a fin de mes,
mientras hacen trabajar a otros. Cosa que ya ocurre con
frecuencia. Alguna vez, conocidos profesores titulares
fueron denunciados porque no aparecían por las aulas
durante meses. Nosotros lo padecimos en carne propia. Nos
encanta el ocio. Solo que no lo practicamos con el dinero
de los otros.
III. LA UBA RETRÓGRADA, LA TILINGUERÍA DE PUÁN Y LA
ALEGRÍA POR EL RETORNO A LA VIDA
Inmensa alegría nos provoca ver cómo artistas, estudiosos,
intelectuales, pero también, pequeños emprendimientos de
barrio, volvieron a la vida. De nuevo las reuniones, las
sesiones de fotos, los viajes (sin permiso alguno: allí no
conciliamos). Falta el retorno de los cines y los centros
culturales. Y que se terminen los ridículos "toques de
queda" nocturnos. Solo generan más fiestas clandestinas. Y
si le sumamos que, por ahora, retornan los niños y jóvenes
a escuelas y colegios, la ciudad va recobrando vida.
La UBA insiste en un cuatrimestre virtual, en casi todas
sus carreras. Los estudiantes tendrían que organizarse, y
pacíficamente exigir la presencialidad (nosotros
hubiéramos tomado los decanatos, cortado las calles o
dictado cursos en ellas, pero eran otros tiempos). No nos
imaginamos cursando ninguna carrera a distancia. Un
chiste. Por otro lado, el portal de la Facultad de
Filosofía y Letras es vergonzoso: leemos con estupefacción
el lenguaje inclusivo (tipo Colectivas Feministas) como
oficial. Un retroceso para esta casa de estudios y un
abuso de poder. Que las autoridades estén a favor de tan
tilingas expresiones, que nada tienen de revolucionarias y
sí mucho de reaccionarias, no los habilita a imponerlo a
toda la comunidad. Así salen los alumnos, domesticados
como rebaño. Los universitarios tienen que volver a clases
presenciales. Es un derecho esencial. A luchar por ello.
IV. CUANDO LA PÉRFIDA DERECHA SE SENTÓ A LA IZQUIERDA DE
LA JUSTA PROGRESÍA
Ni las imposibles explicaciones de los medios
oficialistas, intentando diferenciar el excelso trabajo
llevado a cabo en la PBA en el tema educativo-sanitario
(con Kreplak y Gollán a la cabeza, que a cada rato nos
prometen pronta sepultura) de la improvisación apurada de
Ciudad, con Quirós como responsable sanitario: nada, la
progresía se volvió "conspiranoica" y ve rédito político
por todos lados. Trae el pasado a colación (como si en el
conurbano brillaran las escuelas y Ciudad no tuviera que
contener a las muchas familias que cruzan la General Paz
en busca de una educación mejor). Tanto que esa maldita
derecha los terminó ganando por izquierda. Exige el
derecho esencial a clases presenciales, no solo por una
cuestión de salud mental y educativa de niños y jóvenes,
sino por una cuestión de justicia social. La educación
remota es para la clase media y alta, la que tiene tiempo,
acceso y tecnología. ¡Quién diría cómo se dan vuelta las
cosas, ¿no?!
(La razón sanitaria es tan absurda que no merece ni dos
líneas: el miedo al contagio -como si no nos estuviéramos
contagiando a diario, hagamos lo que hagamos. Es más, lo
más probable es que a esta altura, toda la Argentina y el
mundo ya hubiera tenido el covid en algún momento)
V. ALERTA FORMOSA: ¿CAMPO DE EXPERIMENTACIÓN DEL
PROGREFASCISMO?
Esta seudopandemia da para todo. Pero sobre todo, para que
el fascismo y el autoritarismo camuflados de "bien común",
se enseñoreen sobre territorios. Así, seguirán apareciendo
cepas de todas las nacionalidades, tasas, contagios, etc.
La respuesta ciudadana tendría que ser NO. Alto a los
confinamientos, que están provocando más muertes,
presentes y potenciales, que ese virus del que se recupera
el 95% de la población. Gran tranquilidad nos causa hablar
con otros medios, mejor dicho, con comentaristas de otros
medios internacionales, que están en las mismas: hartos de
los confinamientos. Y más aún, de las rebeliones que van
surgiendo (no alentamos ninguna protesta violenta, todo
debe estar enmarcado dentro del derecho a reclamar) frente
a lo que se intuye una gigantesca mentira para empobrecer,
endeudarse y renegociar deudas. Somos la variable de
ajuste y eligieron el tema "salud" para lograr sus fines.
Capitalismo reciclado de la peor manera. NO es la
respuesta que tiene que escucharse en el mundo entero.
VI.
DESOBEDIENCIAS
A veces nos preguntamos, puesto que no creemos que esta
pandemia fuera novedad (lo que no es lo mismo que decir
que no creemos en la existencia de enfermedades letales,
como la neumonía y demás), si está en los planes de
cualquier gobierno, aquí, en Francia o en el resto del
mundo (salvo Israel, por lo que leemos), combatir
realmente esta crisis sanitaria. Vacunas raras; vacunación
lentísima; vacunación a los grupos de menor riesgo; espera
y desesperación en los auténticos grupos de riesgo
(mayores de 75 años), etc. Encima, con el terrorismo
mediático haciendo fuerza para no despandemizar la
atmósfera. Desde un principio afirmamos que la única
solución con este tipo de virus es proteger a los grupos
vulnerables y que el resto adopte los protocolos y viva
sin restricciones. Cosa que tampoco ocurre. Pero la
explicación no es clasista, como sueña Kreplak, el
ministro de salud bonaerense. No, ni la clase alta, ni la
media, ni los sectores populares respetan las "normativas"
por una sencilla razón: nadie cree en funcionarios que
cada vez que abren la boca, dicen incongruencias, se
contradicen, ocultan información; en gobiernos que arman
grandes manifestaciones y después se horrorizan de las
fiestas clandestinas, que a veces son nefastas y otras, no
inciden en los contagios; o en el comienzo de clases, que
es bueno o malo de acuerdo a qué sector del Estado lo
enuncie. Pero sobre todo, en gobiernos que no tienen ni la
más remota idea de cómo encarar este tema. Lo invitaríamos
al clasista viceministro a recorrer La Matanza o el Bajo
Flores para que se despabile. Aunque sospechamos que sus
palabras apuntan a una sola cosa: agrietar.
La apabullante falta de correspondencia entre Gobierno (s)
y sociedad civil en esta rara pandemia es por lo menos
preocupante. No en la desobediencia previsible, que no
cambiará absolutamente nada en lo sanitario, sino en lo
político. Es difícil sostenerse en el poder si hay pocos
detrás que no creen ni en decretos ni en motivos. Este
devalúo de la palabra política nunca es buen presagio.
Europa va más lento pero también camina en la cornisa:
Alemania promulgó una medida disparatada de “radio de
acción permitido” y París está atemperando la dureza de
las primeras intenciones: volver a confinar a todo el
mundo. Aquí la situación es casi onírica: multitudinarios
encuentros, organizados por el mismo Gobierno, y de vuelta
la represión. Aunque el toque de queda quedó casi en la
nada, volvió la cuarentena nocturna, perjudicando
nuevamente a sectores productivos. Al margen de vacunas
que se retrasan (esto es mundial), se boicotean, que
presentan efectos secundarios, algunas no del todo
aprobadas. Y el problema comunicacional, que es un arma de
doble filo: porque cuando se insiste tanto en un tema (en
este caso, en cifras pandémicas), lo que se escamotea,
brilla por ausencia (en este caso, ¿de qué y cuántos nos
estamos muriendo fuera del covid?). ¿Quién podría creer,
además, que políticos tan altamente capacitados para
conducir un país, caso Merkel, tomen decisiones ya
probadas por su inutilidad manifiesta en cuanto a lo
sanitario y desastrosas en cuanto a todo lo demás? Que no
es otra cosa que la economía, la salud mental, la vida
cultural, la libertad individual y colectiva, la
educación.... A la poca credibilidad se le suma, ya casi
en forma pandémica también, una profunda desconfianza. Es
poco probable que la pandemia reciclada pueda sobrevivir a
tantas contradicciones y dislates. Es poco probable que
este nuevo sistema de gobierno basado en un virus que
muta, que adquiere nacionalidades, que gambetea vacunas,
que intenta que todo vuelva a empezar, pueda sostenerse en
el tiempo. Es poco probable que las sociedades mundiales
no reaccionen.
Los pueblos no creen en esta seudopandemia. No creen por
una sencilla razón: es inverosímil. Borges decía que la
ficción era perfecta y racional y la realidad, caótica.
Estos guionistas conjugaron una homogeneidad sincronizada
e imposible en la vida real con defectos propios de las
malas ficciones. Una supuesta epidemia de gripe/resfrío,
contagiosa como siempre, no puede generar el terror que
esperan sus ideólogos. El razonamiento es bastante obvio:
si tantas personas en el mundo hubieran padecido una
terrible enfermedad o pérdidas irreparables por dicha
causa, ¿saldrían en masa a reunirse, hacer fiestas nada
clandestinas, violar los toques de queda, vivir como antes
de la seudopandemia? Porque no: aunque el terrorismo
mediático insista con eso de la “vida en la nueva
normalidad” y muestre fotos donde hay que ser magos para
hallar diferencias con “la vida anterior”, nada de eso
hay. Salvo para comprar en los negocios o para pedir
permiso para circular por Argentina, sin razones
sanitarias a la vista. O en la moda masiva del trabajo en
casa. Por lo demás, los barbijos están en desuso; las
distancias no existen (recuerden el velorio de Maradona,
los aguantes celeste y verde en el Congreso, las
concentraciones de hinchas y sindicatos, el presidente
comiendo asado sin barbijos y sin DSO, los grupos que se
ven en las calles, en los bares, en las casas, en las
fiestas, en cualquier sitio). Nadie cree no solo en la
pandemia sino tampoco, tema doloroso, en la letalidad. En
esas “cifras” están todos, no solo los muertos por gripe.
De lo contrario, también los hacendosos e increíblemente
veloces “contadores” estarían pasando el dato de las otras
causas, para disipar dudas. Y así como con el aborto, la
libertad estuvo sobre cualquier cosa (incluso sobre la
vida en gestación de otro ser), aquí pasa lo mismo: nadie
se quedará encerrado en su casa por miedo a pescarse una
gripe. Ni mucho menos, porque le contaron un cuento. La
historia posee ejemplos de pandemias terribles en las que
la duda estaba descartada. No se necesitaba de un
“contador diario de víctimas” ni títulos catástrofes
vociferado por juglares o periódicos: la experiencia era
en vivo y en directo. Que el Indio Solario diga las
estupideces que dijo recientemente, no hace más que
corroborar lo que todos pensamos: que los gobiernos
necesitan figuras públicas para contrarrestar lo que no
ocurre afuera. La gripe, y sobre todo la neumonía, se
ensañan con poblaciones vulnerables (adultos con
enfermedades subyacentes o muy mayores, y niños). Esos son
los sectores que tienen que tomar los mismos recaudos que
vienen haciendo todos los años. Tal vez, aún más. Porque
todos los años, las cifras son desalentadoras. Políticas
de salud para erradicar o controlar la neumonía no sería
nada desacertado. Es más, hasta suena ridículo que desde
este muro lo tengamos que sugerir. ¿Qué queda? Represión y
fascismo. Esperemos que no se atrevan: serán cadáveres
políticos. |