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2021

REDACCIÓN REVISTA CONTRATIEMPO

 

 

 

Foto: Nahuel Track

 
 

I. DAVOS

Mientras aquí la pobreza ronda al 40% de la población (en algunas provincias trepa a casi el 50%), en Davos están sentados a la mesa. Contra el tan mentado y defendido multilateralismo de China, Alemania y Francia, el proteccionismo de las otras potencias. Incluida EEUU y la UE? Biden no resultó tan distinto a Trump? Todavía está por verse. ¡Qué problema no ser un consumado analista político! Aunque, se sabe: tampoco son muy confiables. Muy loables, si cabe el término en estas cuestiones, las posturas transversales y el discurso de salir "en forma conjunta" de esta crisis. Hace un poco de agua, sin embargo, cuando uno de los "solidarios" es nada menos que China. Y más agua aún, cuando todavía no sabemos a ciencia cierta, quién o poderes nos endilgaron esta pandemia. Que de nueva no tiene nada (está provocando la misma cantidad de muertes que cualquier otro año, dato documentado por la misma OMS), solo que ahora se convirtió en show de terror mediático y excusa de los gobiernos para empobrecer y reprimir a las sociedades. Nos empobrecimos a niveles escandalosos y ahora necesitamos de una transversalidad solidaria y salvadora. Pero claro: el lenguaje del poder ayuda para este tipo de razonamientos, para dejar fuera de juego a la sospecha, tan admirada en otras épocas, ahora degradada y ridiculizada. Somos conspiranoicos, terraplenistas, antivacunas, etc. Así, se van sacando de encima a los molestos que osan dudar de tan nobles intenciones y de una pandemia mediática. ¿Otro orden mundial? Probablemente. ¿El proteccionismo dejará fuera de juego a países enteros? ¿Surgirán las súper potencias cada vez más ricas y una masa mundial indigente? ¿O nos pondrán en el dilema de lotear economías, territorios y modos de vida a cambio de no encaminarnos a este grupo? ¡Y después se enojan cuando desconfiamos de esta pandemia tan oportuna y de estos terroristas mediáticos que la construyeron casi como una buena ficción hollywodense! Con el agravante que tenemos que soportar al “lumpenaje” tilingo (y sí, nos salió el pasado) que milita en las redes sociales como si la revolución estuviera a la vuelta de la esquina: obedecer, no reclamar por las educación presencial (que sigue siendo un peligro), empobrecer de manera homogénea a todo el territorio y perseguir y demonizar al que osa protestar por, por ejemplo, los DDHH violados en Formosa, los toques de queda, las restricciones, el aislamiento y todo aquel que entorpezca la Gran Causa. En Davos están sentados a la mesa: nosotros somos el menú.

 

II. BUROCRACIA Y PEREZA

El Estado protector funciona cuando hay producción, hay recursos, políticas laborales con paritarias dignas, una justa política fiscal y sobre todo, cuando no hay corrupción. De lo contrario, las sociedades se vuelven parasitarias, holgazanas (la parte que vive del Estado, claro está). Y vulnerables, como se vio en 2020 cuando la variable de ajuste, sin que le tiemble el pulso a este gobierno de derecha con discurso de izquierda, fueron los trabajadores independientes, los jubilados, los pequeños comercios, el arte, la cultura. La holgazanería por ejemplo en la UBA, que ahora normaliza el modo "virtual", asestándole un golpe más a la inexorable decadencia de esta casa de estudios. De productores de conocimientos, a burócratas que se garantizarán el sueldo a fin de mes, mientras hacen trabajar a otros. Cosa que ya ocurre con frecuencia. Alguna vez, conocidos profesores titulares fueron denunciados porque no aparecían por las aulas durante meses. Nosotros lo padecimos en carne propia. Nos encanta el ocio. Solo que no lo practicamos con el dinero de los otros.

 

III. LA UBA RETRÓGRADA, LA TILINGUERÍA DE PUÁN Y LA ALEGRÍA POR EL RETORNO A LA VIDA

Inmensa alegría nos provoca ver cómo artistas, estudiosos, intelectuales, pero también, pequeños emprendimientos de barrio, volvieron a la vida. De nuevo las reuniones, las sesiones de fotos, los viajes (sin permiso alguno: allí no conciliamos). Falta el retorno de los cines y los centros culturales. Y que se terminen los ridículos "toques de queda" nocturnos. Solo generan más fiestas clandestinas. Y si le sumamos que, por ahora, retornan los niños y jóvenes a escuelas y colegios, la ciudad va recobrando vida.

La UBA insiste en un cuatrimestre virtual, en casi todas sus carreras. Los estudiantes tendrían que organizarse, y pacíficamente exigir la presencialidad (nosotros hubiéramos tomado los decanatos, cortado las calles o dictado cursos en ellas, pero eran otros tiempos). No nos imaginamos cursando ninguna carrera a distancia. Un chiste. Por otro lado, el portal de la Facultad de Filosofía y Letras es vergonzoso: leemos con estupefacción el lenguaje inclusivo (tipo Colectivas Feministas) como oficial. Un retroceso para esta casa de estudios y un abuso de poder. Que las autoridades estén a favor de tan tilingas expresiones, que nada tienen de revolucionarias y sí mucho de reaccionarias, no los habilita a imponerlo a toda la comunidad. Así salen los alumnos, domesticados como rebaño. Los universitarios tienen que volver a clases presenciales. Es un derecho esencial. A luchar por ello.

 

IV. CUANDO LA PÉRFIDA DERECHA SE SENTÓ A LA IZQUIERDA DE LA JUSTA PROGRESÍA

Ni las imposibles explicaciones de los medios oficialistas, intentando diferenciar el excelso trabajo llevado a cabo en la PBA en el tema educativo-sanitario (con Kreplak y Gollán a la cabeza, que a cada rato nos prometen pronta sepultura) de la improvisación apurada de Ciudad, con Quirós como responsable sanitario: nada, la progresía se volvió "conspiranoica" y ve rédito político por todos lados. Trae el pasado a colación (como si en el conurbano brillaran las escuelas y Ciudad no tuviera que contener a las muchas familias que cruzan la General Paz en busca de una educación mejor). Tanto que esa maldita derecha los terminó ganando por izquierda. Exige el derecho esencial a clases presenciales, no solo por una cuestión de salud mental y educativa de niños y jóvenes, sino por una cuestión de justicia social. La educación remota es para la clase media y alta, la que tiene tiempo, acceso y tecnología. ¡Quién diría cómo se dan vuelta las cosas, ¿no?!

(La razón sanitaria es tan absurda que no merece ni dos líneas: el miedo al contagio -como si no nos estuviéramos contagiando a diario, hagamos lo que hagamos. Es más, lo más probable es que a esta altura, toda la Argentina y el mundo ya hubiera tenido el covid en algún momento)

 

V. ALERTA FORMOSA: ¿CAMPO DE EXPERIMENTACIÓN DEL PROGREFASCISMO?

Esta seudopandemia da para todo. Pero sobre todo, para que el fascismo y el autoritarismo camuflados de "bien común", se enseñoreen sobre territorios. Así, seguirán apareciendo cepas de todas las nacionalidades, tasas, contagios, etc. La respuesta ciudadana tendría que ser NO. Alto a los confinamientos, que están provocando más muertes, presentes y potenciales, que ese virus del que se recupera el 95% de la población. Gran tranquilidad nos causa hablar con otros medios, mejor dicho, con comentaristas de otros medios internacionales, que están en las mismas: hartos de los confinamientos. Y más aún, de las rebeliones que van surgiendo (no alentamos ninguna protesta violenta, todo debe estar enmarcado dentro del derecho a reclamar) frente a lo que se intuye una gigantesca mentira para empobrecer, endeudarse y renegociar deudas. Somos la variable de ajuste y eligieron el tema "salud" para lograr sus fines. Capitalismo reciclado de la peor manera. NO es la respuesta que tiene que escucharse en el mundo entero.

 

VI. DESOBEDIENCIAS

A veces nos preguntamos, puesto que no creemos que esta pandemia fuera novedad (lo que no es lo mismo que decir que no creemos en la existencia de enfermedades letales, como la neumonía y demás), si está en los planes de cualquier gobierno, aquí, en Francia o en el resto del mundo (salvo Israel, por lo que leemos), combatir realmente esta crisis sanitaria. Vacunas raras; vacunación lentísima; vacunación a los grupos de menor riesgo; espera y desesperación en los auténticos grupos de riesgo (mayores de 75 años), etc. Encima, con el terrorismo mediático haciendo fuerza para no despandemizar la atmósfera. Desde un principio afirmamos que la única solución con este tipo de virus es proteger a los grupos vulnerables y que el resto adopte los protocolos y viva sin restricciones. Cosa que tampoco ocurre. Pero la explicación no es clasista, como sueña Kreplak, el ministro de salud bonaerense. No, ni la clase alta, ni la media, ni los sectores populares respetan las "normativas" por una sencilla razón: nadie cree en funcionarios que cada vez que abren la boca, dicen incongruencias, se contradicen, ocultan información; en gobiernos que arman grandes manifestaciones y después se horrorizan de las fiestas clandestinas, que a veces son nefastas y otras, no inciden en los contagios; o en el comienzo de clases, que es bueno o malo de acuerdo a qué sector del Estado lo enuncie. Pero sobre todo, en gobiernos que no tienen ni la más remota idea de cómo encarar este tema. Lo invitaríamos al clasista viceministro a recorrer La Matanza o el Bajo Flores para que se despabile. Aunque sospechamos que sus palabras apuntan a una sola cosa: agrietar.

La apabullante falta de correspondencia entre Gobierno (s) y sociedad civil en esta rara pandemia es por lo menos preocupante. No en la desobediencia previsible, que no cambiará absolutamente nada en lo sanitario, sino en lo político. Es difícil sostenerse en el poder si hay pocos detrás que no creen ni en decretos ni en motivos. Este devalúo de la palabra política nunca es buen presagio. Europa va más lento pero también camina en la cornisa: Alemania promulgó una medida disparatada de “radio de acción permitido” y París está atemperando la dureza de las primeras intenciones: volver a confinar a todo el mundo. Aquí la situación es casi onírica: multitudinarios encuentros, organizados por el mismo Gobierno, y de vuelta la represión. Aunque el toque de queda quedó casi en la nada, volvió la cuarentena nocturna, perjudicando nuevamente a sectores productivos. Al margen de vacunas que se retrasan (esto es mundial), se boicotean, que presentan efectos secundarios, algunas no del todo aprobadas. Y el problema comunicacional, que es un arma de doble filo: porque cuando se insiste tanto en un tema (en este caso, en cifras pandémicas), lo que se escamotea, brilla por ausencia (en este caso, ¿de qué y cuántos nos estamos muriendo fuera del covid?). ¿Quién podría creer, además, que políticos tan altamente capacitados para conducir un país, caso Merkel, tomen decisiones ya probadas por su inutilidad manifiesta en cuanto a lo sanitario y desastrosas en cuanto a todo lo demás? Que no es otra cosa que la economía, la salud mental, la vida cultural, la libertad individual y colectiva, la educación.... A la poca credibilidad se le suma, ya casi en forma pandémica también, una profunda desconfianza. Es poco probable que la pandemia reciclada pueda sobrevivir a tantas contradicciones y dislates. Es poco probable que este nuevo sistema de gobierno basado en un virus que muta, que adquiere nacionalidades, que gambetea vacunas, que intenta que todo vuelva a empezar, pueda sostenerse en el tiempo. Es poco probable que las sociedades mundiales no reaccionen.

Los pueblos no creen en esta seudopandemia. No creen por una sencilla razón: es inverosímil. Borges decía que la ficción era perfecta y racional y la realidad, caótica. Estos guionistas conjugaron una homogeneidad sincronizada e imposible en la vida real con defectos propios de las malas ficciones. Una supuesta epidemia de gripe/resfrío, contagiosa como siempre, no puede generar el terror que esperan sus ideólogos. El razonamiento es bastante obvio: si tantas personas en el mundo hubieran padecido una terrible enfermedad o pérdidas irreparables por dicha causa, ¿saldrían en masa a reunirse, hacer fiestas nada clandestinas, violar los toques de queda, vivir como antes de la seudopandemia? Porque no: aunque el terrorismo mediático insista con eso de la “vida en la nueva normalidad” y muestre fotos donde hay que ser magos para hallar diferencias con “la vida anterior”, nada de eso hay. Salvo para comprar en los negocios o para pedir permiso para circular por Argentina, sin razones sanitarias a la vista. O en la moda masiva del trabajo en casa. Por lo demás, los barbijos están en desuso; las distancias no existen (recuerden el velorio de Maradona, los aguantes celeste y verde en el Congreso, las concentraciones de hinchas y sindicatos, el presidente comiendo asado sin barbijos y sin DSO, los grupos que se ven en las calles, en los bares, en las casas, en las fiestas, en cualquier sitio). Nadie cree no solo en la pandemia sino tampoco, tema doloroso, en la letalidad. En esas “cifras” están todos, no solo los muertos por gripe. De lo contrario, también los hacendosos e increíblemente veloces “contadores” estarían pasando el dato de las otras causas, para disipar dudas. Y así como con el aborto, la libertad estuvo sobre cualquier cosa (incluso sobre la vida en gestación de otro ser), aquí pasa lo mismo: nadie se quedará encerrado en su casa por miedo a pescarse una gripe. Ni mucho menos, porque le contaron un cuento. La historia posee ejemplos de pandemias terribles en las que la duda estaba descartada. No se necesitaba de un “contador diario de víctimas” ni títulos catástrofes vociferado por juglares o periódicos: la experiencia era en vivo y en directo. Que el Indio Solario diga las estupideces que dijo recientemente, no hace más que corroborar lo que todos pensamos: que los gobiernos necesitan figuras públicas para contrarrestar lo que no ocurre afuera. La gripe, y sobre todo la neumonía, se ensañan con poblaciones vulnerables (adultos con enfermedades subyacentes o muy mayores, y niños). Esos son los sectores que tienen que tomar los mismos recaudos que vienen haciendo todos los años. Tal vez, aún más. Porque todos los años, las cifras son desalentadoras. Políticas de salud para erradicar o controlar la neumonía no sería nada desacertado. Es más, hasta suena ridículo que desde este muro lo tengamos que sugerir. ¿Qué queda? Represión y fascismo. Esperemos que no se atrevan: serán cadáveres políticos.

 
Enero / Febrero 2021
 

 

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